sábado, 19 de diciembre de 2009

la imposibilidad de lo imposible...




nacen unicornios y dragones para negarme la imposibilidad de lo imposible...


soñar sobre todo, soñar...

jueves, 3 de diciembre de 2009

la rata y el unicornio

  Fábula




Había una vez una pequeña rata, curiosa y llena de inquietudes. Paseaba con su cabeza repleta de sueños por toda la comarca, iba y venía de un lado a otro, todo el día sin parar. Su gran curiosidad la llevaba a cometer imprudencias y su deseo de conocimiento le acrecentaba los riesgos, pero ella seguía empecinada en sus andanzas.



Un día, entre sus recorridas, se acercó sigilosamente al laberinto del unicornio. Éste era un lugar repleto de libros y valiosa información sobre personas y actos artísticos de reinos lejanos, pero circulaban rumores que  aquel que entraba en él, jamás podría salir. La magia de los libros y el profundo amor del unicornio atrapaba a todos los que pasaban por ahí...



La rata, curiosa como siempre, olvidó los dichos de la gente, y se acercó tanto a una de las puertas que se sintió tentada a entrar. El primer día paseó muy cerca de la entrada pero pronto volvió a salir. En sus andanzas dejó un rastro de trocitos de su queso, situación  que la delató.

El unicornio, que ya había notado su presencia  la observaba desde lo alto, sigilosamente, sin que ella lo notara. Entonces, con la enorme paciencia que le fueron dando los años, el unicornio juntó los trocitos del rastro de queso  y creó poesías y cuentos para colgarlos en las paredes de su sinuosa mansión…



La rata al ver todo eso quedó sorprendida,  y ni tonta ni perezosa, usó ese pretexto para acercarse más y más al laberinto, rondando por reinos cercanos.

Volvió una y otra vez adentrándose cada día más en aquella maraña de túneles y libros. Hasta que una mañana, al verla por ahí, el unicornio le propuso:

-¿quieres ayudarme a ordenar este embrollo de libros?

- me gustaría, pero no sé si podré -dijo la rata- tengo poco tiempo- agregó-.

- este es un lugar para compartir, conmigo no tienes compromisos, esto es para ser feliz, y no para agobiarse- le dijo el unicornio..



Los enormes ojos de la rata, brillaron y esbozando una sonrisa soltó un

- ¡excelente! ¿y cómo hacemos ahora?

- No, sé, ya veremos ¿ confías en mi? - le dijo el unicornio.

- Si, pero igualmente sólo puedo ser tu “informante”, -afirmó la rata, sonriendo-

- No es justo, -dijo el unicornio- te daré la llave de mi laberinto ¿estás dispuesta a aceptarla?

- Acepto –dijo, con entusiasmo, la pequeña  rata- imagianando poder descubrir nuevos mundos.

- Entonces, ya perteneces a mi maravilloso laberinto, -aseveró el unicornio mientras ella esbozaba una sonrisa irónica- Viste ¡te atrapé y ni cuenta que te diste! -exclamó feliz, el fabuloso rocín blanco-. Este laberinto es mágico ya lo verás, no te arrepentirás de haber entrado…



Ambos rieron,  cada cual con su cabeza puesta en sus ideales y objetivos.



Con el tiempo, el laberinto siguió creciendo, el unicornio juntando amigos y sueños, entreverándose en su propia magia, pero la rata se perdió entre los pasillos, ansiosa o desepcionada,  quizá buscando una puerta que la condujera a otros mundos de realidad absoluta, porque sus espectativas están en  continuo crecimiento y  siempre han sido mayores que la realidad que la rodea.



Igualmente, todo esto, ha sucedido por amor…por amor al arte… pues, esa es la gran magia del laberinto del unicornio.


el unicornio

Sandra Gutiérrez Alvez